2020(e)ko abenduaren 10(a), osteguna

La comunicación científica, el puente a construir: Visión propia sobre la relación entre participación ciudadana y acceso al conocimiento

    El auge de la era digital y el peso de Internet en nuestra vida cotidiana ha jugado a favor de la comunicación científica. Diría a mi parecer que uno de los grandes (y quizás más invisibles)
problemas de la ciencia ha sido la barrera construida entre la sociedad y la propia ciencia.


    Aquel quien no forme parte de la comunidad tiende a definir el mundo científico como algo frío, lejano, casi extraterrestre y con un estigma de elitización. Es tal la barrera entre los dos mundos que se halla presente casi un sentimiento de aversión. Detrás de estos fenómenos se encuentra principalmente un desconocimiento absoluto del mundo científico, un punto de egoísmo por parte de los propios miembros de la comunidad y una tercera vertiente correspondiente a un sistema deficiente de educación que nos daría para muchas páginas más.

    
    Quisiera explayarme un poco más en torno a conceptos nombrados en el anterior párrafo.
Empezando por ese sentimiento de lejanía que se intensifica al haber relaciones endogámicas en la mayor parte de la comunidad. Científicos que se relacionan solo con científicos y hablan de cosas científicas mientras hacen cosas de científicos. Una endogamia presente en muchos oficios o sectores pero especialmente curiosa en el ámbito en el que nos movemos en estas líneas. Todo esto acarrea una separación de mundos, que junto al estereotipo donde se describe al científico como alguien más próximo a un robot que a un humano, dificulta la construcción de un puente
entre ambos extremos.


    Este puente sería una metáfora de la comunicación científica e Internet sería un material ligero y económicamente accesible para construirlo. Es importante señalar las facilidades que supone la existencia de un acceso (casi) universal al ciberespacio. A esto va ligado el siguiente concepto que quisiera abarcar: la elitización de la ciencia. Este fenómeno puede ser analizado por distintos puntos de vista aunque el más visible sea quizás el económico. La ciencia pide y necesita una infraestructura potente en todos los aspectos, recibe una cantidad precaria y el acceso es, para muchas familias, casi un privilegio. Este sería el punto de vista más notorio pero quisiera hacer especial hincapié en un punto de vista más social. La figura del “genio”, los “yo es que soy de letras”, los casi vítores y felicitaciones por estudiar algo del ámbito... Se suma a esto que parte de la comunidad, en mi opinión, sí comparte esta opinión de pertenecer a algo especial, a una élite casi inalcanzable, a “un tufillo de superioridad moral” como señala Daniel Innerarity en su artículo.


    No pertenezco al grupo, ni me dejan entrar, ni quiero ser participe... el bucle infinito que precede a la distanciamiento final. Falta por entender, por ambos extremos de la soga, que la ciencia es un conocimiento de carácter universal e inclusivo.


    Entendiendo la participación ciudadana desde una perspectiva de implicación de la sociedad en el desarrollo científico, Internet se encuentra en el número uno de herramientas a nuestra disposición para alcanzar tal meta. Una investigación no se da por terminada hasta que es comunicada y compartida, si queda para la persona que lo haya realizado, para la humanidad es como si no hubiese sucedido. Es más, si queda para el grupo reducido de científicos que rodean al autor, para la humanidad sigue sin existir.


    La participación no se limita solamente a recibir estos resultados pero sí sería un primer paso a dar ya que el acceso a la información es primordial para después poder implicarse en la causa. Haciendo referencia al punto egoísta de la ciencia que mencionaba antes, me resulta realmente preocupante esa limitación a la hora de compartir información que se menciona en una de las lecturas. Volviendo a repetirse la dinámica de científicos que solo comparten información con científicos. Poquísimos grupos y con esto, sus proyectos, salen a la luz, salen de ese círculo, comparten con la sociedad no-científica. Además, esa comunicación limitada se vuelve aun más impersonal al ser la comunicación de carácter unidireccional. Considero personalmente que se realiza una cadena de errores que solo potencia aun más esa barrera, ese muro.


    No se puede culpar a la ciudadanía de su no-implicación si tampoco facilitamos ni abrimos las puertas para tales actos. No se trata de que no haya nadie al otro lado que nos escuche, quizás el problema esté en qué no se usan los medios adecuados para llegar a sus oídos. Desde un punto de vista personal, creo que sigue habiendo un estigma, por ejemplo, a las redes sociales y que se tiene una visión no-seria de ellas. Que una investigación es algo demasiado importante para publicarlo en un mero medio de entretenimiento. Otra vez la elitización tocando la puerta.


    La comunidad científica debería entender el abanico de posibilidades que la era digital ha abierto y usarlas, por una parte, para su beneficio propio y por otro lado para crear relaciones
bidireccionales con la sociedad. Dos beneficios que van de la mano ya que la participación
enriquece la ciencia. Como bien se indica en la clase 4: “Un público mejor informado es un público más crítico y exigente”.


    En este texto, he querido enfocar mi punto de vista propio desde un análisis personal sobre los problemas presentes y querer entender qué se haya detrás de la no-comunicación, qué nos impide llegar a esa unión, a ese entendimiento. Entiendo y comprendo que una vez establecida la comunicación o mejor dicho, en el proceso de ella, se construye otro debate entre los mundos de investigadores y el mundo institucional, como ya he podido apreciar en las distintas videollamadas. Un debate en el que no me vería capaz de aportar o formar una opinión completa y racional.


Kari Alberdi Etxabe

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