2022(e)ko ekainaren 30(a), osteguna

Pintarse la cara color esperanza

El greenwashing es una práctica o forma de marketing verde destinada a crear una imagen engañosa de responsabilidad ecológica. Las ONG utilizan este término para denunciar a las empresas que se preocupan de cara a la galería por el medio ambiente mientras que sus actividades son perjudiciales para la misma. Dicho de otro modo, coloquialmente se definiría como un lavado de imagen. Otros de los "-washing" más conocidos son el pinkwashing o el purplewashing, donde distintas empresas, entidades o estados (véase el caso de Israel con el pinkwashing) instrumentalizan los movimientos del colectivo LGTB o el del feminismo mientras atentan contra los derechos humanos.

Por otro lado, el multilateralismo es un término usado para referirse a la actividad conjunta de varios países sobre una cuestión determinada, en nuestro caso concreto sobre la cuestión del medio ambiente. ¿Son estas uniones de utilidad? ¿Cumplen sus objetivos? ¿O son una fachada verde?

Qué es el greenwashing? Cuando empresas y Estados quieren vendernos un  producto “verde”

Creo que para poder valorar estas cuestiones primero debemos ponernos a reflexionar sobre la dicotomía útil/green washing. Ya que personalmente no considero que sean excluyentes entre sí, es decir, mi opinión partiría por aclarar que creo que los multilateralismos pueden llegar a ser tanto útiles como lavados de imagen. 

En la parte de la utilidad me gustaría diferenciar la parte teórica de la práctica. Viendo la tónica general de las conferencias y los acuerdos pactados durante las últimas décadas, no me queda más remedio que desconfiar en un porcentaje medianamente alto en torno al cumplimiento de lo escrito en papel. Objetivos sin cumplir, retraso de plazos, reducciones de emisiones inexistentes... Por lo tanto, este desajuste nos llevaría a deducir que o estos acuerdos teóricos son irreales e inalcanzables con las herramientas de las que las instituciones disponen o que no son llevadas a cabo a la práctica correctamente. Ambas opciones me llevan a preguntarme lo siguiente: ¿Si se ha observado repetidamente que algo falla en el planteamiento o en el proceso por qué no se remedia esto en lugar de poner parches temporales que no tienen futuro alguno? ¿Hay verdaderamente una intención real para hacerle frente al cambio climático? Y es aquí donde mi apuesta por un claro uso del greenwashing hace su aparición. Sí creo que las instituciones tengan las herramientas, y sobre todo, el poder de frenar el desastre pero estas no se pondrán a disposición de la lucha por el medio ambiente mientras que no sean de provecho para el sistema capitalista. Un sistema que engulle y arrasa con todo lo que tenga por delante en beneficio de sí misma mientras cambia de piel según los nuevos aires que promueva la masa social. Se disfraza de feminista, se disfraza de aliada del colectivo LGTB y se disfraza de ecofriendly al mismo tiempo que es la causante y complice de sus opresiones. Es por ello que veo en los multilateralismos realizados hasta la fecha un simple intento de marketing bastante torpe.

A modo de resumen, me gustaría puntualizar que un multilateralismo sin ápice de utilidad resulta únicamente dañina para el medio ambiente y para la causa en sí, una tendencia mayoritaría en los acuerdos actuales por las razones citadas anteriormente. Mientras que un multilateralismo que combine el lavado de imagen con utilidad también sería posible (quizás poco probable) y aunque pueda llegar a ser moralmente cuestionable, al menos podría ser un agente esperanzador para el futuro de la Tierra. Un futuro que se pinta de color esperanza pero huele a chamusquina.




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