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Ariane Delgado Sanchez: "El tener a la ciencia trabajando ha dado la esperanza de poder tener una solución"


Graduada en Psicología en la Universidad del País Vasco, post-graduada en el Máster de Neurociencia en la Universidad de St Andrews, Ariane Delgado Sanchez (Azkoitia, 1996) actualmente realiza un doctorado sobre la percepción del dolor en la Universidad de Manchester mientras compagina su trabajo como editora en la revista Brain Insights, de la Asociación Británica de Neurociencia (BNA). Hoy nos habla de su trabajo y de la visión de la divulgación científica.
 
¿Cómo defines el dolor y su percepción?

Se ha demostrado a través de la ciencia que el dolor es un fenómeno multifactorial que tiene muchas dimensiones, un fenómeno biopsicosocial que tiene desde componentes inflamatorios, componentes emocionales hasta componentes incluso sociales. Entendemos el dolor como una percepción y desde mi punto de vista, desde mi punto de investigación, incluso como una inferencia que hace nuestro cerebro sobre la realidad.

El entender la realidad como una inferencia es un tipo de neurociencia que está ahora mismo en auge. Aunque se haya entendido la percepción como algo que ocurre en el exterior, que nosotros percibimos y que llega a nuestro cerebro, lo que se ha encontrado a lo largo de los años es que eso no es exactamente así. Muchas veces nuestro cerebro está activo antes de que la señal llegue o incluso lo que ocurre en nuestro cerebro y lo que ocurre en la realidad no es siempre equivalente. Se cree que hemos evolucionado de tal manera que necesitamos predecir lo que va a ocurrir para poder prepararnos para ello. Además tenemos el hándicap de poseer un sistema perceptivo bastante limitado. Por ello hemos desarrollado este mecanismo de predecir lo que va a ocurrir y después esperar a aquello que llega desde el exterior. Podemos decir que lo que llega del exterior se utiliza más como una manera de corregir esa predicción que se ha hecho y lo que llegas a sentir es un cómputo de ambos. Recientemente se ha observado que este funcionamiento puede aplicarse en el área del dolor.

¿Cómo trabajas la percepción del dolor en tu doctorado?

Mi doctorado, específicamente, trata sobre el fenotipado del dolor. Sabemos que el dolor es una experiencia multifactorial que depende de muchísimas variables y conocemos que hay ciertas personas que son más sensibles que otras. Al ponerte a trabajar con pacientes, esto es un gran problema. Puedes encontrarte pacientes cuyo dolor es derivado de componentes inflamatorios, pacientes que pueden tener un dolor derivado de variables psicológicas, etc. En consecuencia, es complicado dirigirles al tratamiento adecuado. Puede que un tratamiento funcione en un 20 por ciento de las personas. Lo ideal sería saber cuál es el 20 por ciento de las personas que responderían a ese tratamiento. Mi doctorado trata de descubrir cuáles son las variables que hacen a esta persona más sensible al dolor.

Para ello utilizamos dos técnicas. La primera consistiría en intentar descubrir cuáles son las variables más generales e intentamos averiguar cómo las podemos medir. Por ejemplo, hay una que llamamos Sensibilización Central, donde básicamente, tu matriz del dolor cerebral está más activa continuamente y esto es el resultado de muchísimos fenómenos cerebrales, pero creemos que puede ser algo que encontraríamos en casi todos los pacientes de dolor crónico, por ejemplo. Encontrar maneras de medirlo y encontrar las variables que nos llevan a este fenómeno es una de las cosas que intentamos hacer. Eso es lo que esperamos nos ayude a crear tratamientos en el futuro.

Mi doctorado tiene un interés especial en cómo las variables psicológicas te pueden llevar a una inflamación crónica leve. Si descubrimos que realmente hay gente que tiene esa inflamación crónica leve, podemos desarrollar tratamientos que se dirijan a tratar esa inflamación.

Sin embargo, la otra parte es la que podemos utilizar más ahora. Para eso utilizamos la estadística de Bayes. Es un tipo de estadística que encaja muy bien con esta idea de la inferencia. Lo que hacemos es pedirle a la gente que participe en experimentos en los que les damos diferentes pistas del tipo de dolor que van a recibir y después les aplicamos diferentes niveles de dolor. Junto a ello les pedimos que nos cuantifiquen el dolor que sienten en cada uno. Finalmente utilizamos un método estadístico en el que intentamos ver cuánto del dolor que siente el participante viene de las pistas que le hemos proporcionado, cuánto de la estimulación que le damos, y cuánto del dolor viene de algo diferente. Esto es lo que nos ayuda a descomponer la señal del dolor de cada persona y poder dirigir el tratamiento correspondiente. Por ejemplo, si el dolor de un participante está mayoritariamente basado en la estimulación que le estamos proporcionando, probablemente lo que necesitaría sería un tratamiento farmacológico. Sin embargo, si el dolor está bastante basado en las pistas que le estamos dando o en componentes que no están explicados por ninguna de las otras variables, probablemente se pueda beneficiar por algo como terapia cognitivo conductual, que es bastante efectiva tratando dolor. Por último, si está muy dirigido a las pistas y no le presta apenas atención a la estimulación que está recibiendo, mindfulness podría ayudar a centrarse en su propio cuerpo.

En resumen, en una de las partes se intenta encontrar las variables que están por detrás de la sensibilidad al dolor. Y en la otra se intenta descomponer el dolor utilizando estadística.
 
¿Cuáles han sido las razones que te han llevado a seguir este camino?

Siempre me había gustado el tema de la percepción. La idea de que realmente aquello de lo que somos conscientes no es tanto realmente como lo que está ocurriendo y el por qué cada uno percibe las cosas de manera diferente. Esto es lo que me llevó a estudiar psicología en el primer momento, el entender cuáles eran las diferencias entre las personas y por qué percibimos de manera diferente. Y este doctorado me ofreció la oportunidad de fenotipar a la gente en función de su percepción, de una manera que podría ayudar a la gente. Algo que podía tener un impacto en la gente y ayudar a alguien.

Nosotros esperamos que una de las herramientas estadísticas de descomposición del dolor que estamos desarrollando a lo largo de mi doctorado pueda utilizarse, en cinco años más o menos, para clasificar a pacientes y poder dirigirles al tratamiento adecuado. Por lo tanto, se juntó el ser un tema que siempre me había interesado mucho con la opción de ayudar a una población que realmente lo necesitaba.


Cuando uno está en el laboratorio, anda buscando la solución de un problema y podríamos pensar que cuando la encuentra, cuando descubre la solución, ha concluido con éxito su investigación. ¿Es necesario que ese descubrimiento se socialice, se comunique a otras personas, a otros científicos?


Sí, realmente lo es. Para nosotros es muy importante poder compartirlo con todo el mundo ya que hay interés sobre ello, pero sobre todo nos interesa compartirlo con los pacientes, aquellos que realmente sufren porque realmente no hay una definición más clara de sufrimiento que el estar en dolor toda tu vida.

Es muy importante para nosotros poder hacer eso y hacerlo bien. Trabajamos con gente con fibromialgia, una enfermedad muy estigmatizada y que se ha enfrentado a muchísimos tabús sociales. El 98% o 99% por ciento de las personas que sufren fibromialgia son mujeres. Ahora mismo he estado trabajando en una revisión sobre los modelos que ha habido preguntándose de dónde viene el dolor primario de esta enfermedad y la primera teoría era que eran histéricas. Cada vez que hablo con una paciente de fibromialgia me dice “yo no estoy loca” o “a mí me duele de verdad”. Por una parte se han tenido que enfrentar al sexismo que ha habido de manera generalizada en la sociedad desde hace muchísimos años que les decía que simplemente eran mujeres, que estaban locas. Y por otra parte han tenido que enfrentarse también a esa arrogancia que existe en el mundo de la ciencia, de la medicina, que concluye que si no sabemos de dónde viene algo es que ese algo no existe. Es muy difícil para ellas. Para nosotros es muy importante explicarles las cosas que hemos hecho, cómo lo estamos haciendo.

Cada vez que empiezo una reunión con ellas, empiezo la reunión diciéndoles que es nuestra culpa no haber encontrado lo que les pasa, que no es culpa suya y que yo les creo. Mi intención es encontrar lo que le pasa para poder ayudarla. Para nosotros es especialmente importante decirle a estas personas que realmente hay gente que está intentando ayudarles.

Cualquier tipo de ciencia es importante divulgar, pero especialmente cuando tratas con gente que necesita que alguien les diga que estamos aquí y lo estamos intentando.

La comunicación de la ciencia ha tomado su relevancia en la pandemia, ¿cuál crees que ha sido su labor? ¿Cuáles son sus claves? ¿Ha logrado tranquilizar a la población?

No sé si se puede decir que su objetivo es tranquilizar a la sociedad. Creo que en cierto modo la ciencia es muy realista, siempre nos entrenan para no dar un titular que sea demasiado sensacionalista. Ningún científico va a decir “vamos a encontrar la vacuna”. No somos políticos, no intentamos mentir ni decir nada de eso. Entonces, en ese sentido creo que tranquilizar es complicado en cierto modo, ya que no puedes hacer promesas falsas. Sí creo que un científico puede llegar a tranquilizar al hablar objetivamente del funcionamiento de las vacunas, por ejemplo.

Creo que especialmente con el virus, hemos estado en una situación en la que ha sido la ciencia casi contra el periodismo. La ciencia ha intentado ser cauta, explicar las cosas como son y el periodismo, de repente, ha podido sacar titulares alarmistas. Muchas veces la cautela de la ciencia es algo que ha hecho que sea difícil que la comunicación sea tan efectiva. Y creo que es porque no estamos acostumbrados a que la ciencia se divulgue tanto. Creo que falta esa educación, explicar lo que es la ciencia, explicar de manera más abierta qué es lo que está pasando o qué es lo que estamos haciendo. Entonces llega un momento, como este, en el que tienes que explicar todo y te tienes que enfrentar a gente diciendo barbaridades.

Personalmente no sé si ha habido una muy buena comunicación por parte de la ciencia en esta pandemia. Ha habido más comunicación de lo normal, que es algo bueno, pero no sé hasta qué nivel ha sido suficiente o no sé si ni siquiera si se debería de haber hecho de otra manera. Creo que el hecho de tener a la ciencia trabajando ha dado la esperanza de poder tener una solución, pero no sé si ha sido por lo que han hecho o por lo que han comunicado.


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