Llevamos
casi un año viendo como la crisis sanitaria de la COVID-19 ha monopolizado
portadas, informativos televisados y radiofónicos, redes sociales y
conversaciones del día a día. Síntomas, mascarillas, contagios, mutaciones y recientemente,
las diversas vacunas forman parte de nuestro vocabulario y de una relación
ciencia-sociedad casi sin precedentes en la historia. En la era de la digitalización de la
información y de la circulación instantantea de las noticias, los medios de
comunicación cuentan con una responsabilidad de suma importancia.
En sus manos
está la información que llega a la sociedad, una información que pasa un
proceso de filtrado para elegir y descartar aquello que cubrirán y el modo en
el que lo cubrirán. Es por ello que el periodismo científico es mucho más que
un altavoz a los trabajos de investigadores y debe asegurarse ser veraz,
rigurosa y clara. Los medios tienen un alto grado de influencia en la sociedad
y debido a ello contribuyen a formar la opinión pública sobre cualquier
cuestión, incluida, por supuesto, la ciencia.
¿Ha sido
correcta esta cobertura? ¿Ha cumplido sus objetivos? Rescato un tuit reciente
de ABC, de su cuenta de Twitter con más de dos millones de seguidores para
poder hablar de la que considero el mayor error cometido en estos largos meses
por parte de los medios de comunicación. Desde marzo del año pasado hemos
vivido y seguimos viviendo en una situación atípica que ha colapsado servicios,
nos ha generado una situación de incertidumbre constante y un malestar general
que tiene y tendrá consecuencias en cada uno de nosotros. Ante una sociedad
vulnerable, es importante que tanto los dirigentes como los medios propagen una
información certera de un modo calmado. Lo único que consiguen los tuits como
el enlazado unas líneas más arriba es un crecimiento de la desconfianza
ciudadana hacia las vacunas, una desconfianza que se propaga en general a la
ciencia.
Siendo uno
de los periódicos más leídos, con un alcance tan masivo, sumado a la lacra
negacionista que sobrevuela las esquinas del país, el uso erroneo de la
información solo agrava la situación del escepticismo de la ciudadanía hacia la
vacuna del virus. Añado al error de la publicación como tal, el error de no
corregir el título del artículo en ningún momento aun cuando centenares de
usuarios de la red social han señalado lo desafortunadas que han sido las
palabras escogidas.
Nos
encontramos en un momento de sobreabundancia informativa que incluye ya de por
si bulos y rumores sin contrarrestar que se propagan a la velocidad de la luz.
Es preocupante que medios que constan de credibilidad por parte del amplio
público sucumban a ello y tergiversen los hechos creando titulares que caigan
en la morbosidad.
Los
resultados prósperos de las vacunas están ahí pero se deben difundir de manera
correcta, contextualizadas para que la sociedad comprenda porqué son
consideradas seguras, sin alarmismos, sin caer en sensacionalismos, sin falsas
expectativas. Para ello se debe abogar por un periodismo responsable, que
contraste la información y mantenga el juicio crítico.